0

Reseñas

19/04/2025

Momo, de Jonathan Garnier y Rony Hotin: una historia de pérdida, duelo y ternura

Un relato íntimo y visualmente conmovedor sobre una niña que atraviesa el duelo sin consuelo aparente, sostenida por vínculos imperfectos, gestos cotidianos y una ternura inesperada. Un libro honesto, profundo y lleno de humanidad.
Momo, de Jonathan Garnier y Rony Hotin: una historia de pérdida, duelo y ternura

Comprar libro
 

Durante mucho tiempo me costó disfrutar de los cómics: no terminaban de atraparme y me resultaba difícil conectar con ellos. No terminaban de atraparme, me perdía entre viñetas y me costaba conectar. Pero a veces, solo hace falta encontrar el libro adecuado para abrir una puerta.

Momo, de Jonathan Garnier y Rony Hotin, ha sido, para mí, uno de esos libros.

Una infancia marcada por la pérdida

Momo es una novela gráfica que nos acerca con delicadeza a una infancia marcada por la pérdida. La protagonista vive con su abuela en un pequeño pueblo pesquero, mientras su padre trabaja en el mar. Su madre ha muerto, y aunque el libro no lo menciona de forma explícita, esa ausencia se percibe desde las primeras páginas.

Momo tiene un carácter fuerte, una sensibilidad muy viva y una manera de expresarse que no siempre encaja con lo que el mundo espera de una niña. Responde con ironía a los adultos, interrumpe cuando algo le indigna, y no duda en decir lo que piensa aunque incomode: una forma intensa y honesta de habitar su dolor. Cuando pierde también a su abuela, queda en manos de adultos que, a su manera, intentan cuidarla. Momo reacciona con rabia, con silencios, con huidas y con gestos que hablan de dolor.

Vínculos imperfectos y cuidado real

En este proceso aparecen figuras importantes: Françoise, una joven que le ofrece compañía sin invadirla; Tristán, un adolescente que esconde su vulnerabilidad bajo una actitud desafiante; y un pescadero que, aunque se muestra serio e incluso la llama "ladroncilla" cuando Momo juega a llevarse algo sin pagar, acaba cuidándola con una ternura inesperada. Acepta los billetes que ella le dibuja, le da el cambio y guarda cada uno de esos dibujos en la pared de su casa, revelando así un vínculo profundo y silencioso que Momo solo descubre con el tiempo. A través de estas relaciones, Momo va encontrando un nuevo modo de estar en el mundo, mientras comienza a integrar la pérdida y a recordar sin dejar de vivir.

Los vínculos que se crean entre Momo y quienes la rodean no responden a una idea idealizada del cuidado. Cada personaje hace lo que puede con lo que tiene, y eso los hace más reales. El pescadero acoge a Momo en su casa sin grandes discursos, Françoise la acompaña con respeto y calidez, y Tristán, pese a su pose desafiante, la defiende con una ternura apenas disimulada. No están ahí para enseñarle a Momo cómo comportarse, sino para acompañarla desde sus propias imperfecciones. El libro no pretende ofrecer un modelo de cómo se debe afrontar un duelo: no hay recetas, ni soluciones mágicas. Y, sin embargo, hay verdad, humanidad y un respeto profundo por el proceso interno de una niña que ha perdido a su madre y, más adelante, a su abuela: dos figuras esenciales en su vida. La ternura aparece incluso en medio de lo torpe, lo limitado o lo no dicho. También encuentra un espacio en el que puede mostrar su rabia, su enfado y su dolor sin sentirse rechazada. La sostienen sin reprimirla, y eso, en medio del duelo, se convierte en una forma de acompañamiento verdadero.

Su narración íntima y sincera

La narración de Momo se apoya en una estructura sencilla y cotidiana, sin grandes giros ni artificios, pero con una sensibilidad muy afinada. El ritmo es pausado y natural, con escenas que se suceden como fragmentos de vida: un desayuno, una discusión, un paseo, una despedida. No hay explicaciones innecesarias ni subrayados emocionales. El cómic confía en la inteligencia y la sensibilidad de quien lo lee.

Los diálogos son breves, realistas y, a menudo, contienen silencios elocuentes. A veces lo importante no es lo que se dice, sino lo que se calla. Hay momentos en los que el humor aparece de forma muy orgánica, como un modo de canalizar la tensión o de abrir pequeñas ventanas de ternura. Todo está contado desde un lugar muy humano, con cuidado y respeto hacia lo que sienten los personajes.

Estética cálida y expresiva

El trazo de Rony Hotin transmite cercanía y emoción desde la primera viñeta. Las ilustraciones recogen lo cotidiano con mucha sensibilidad, y cada gesto, mirada o encuadre ayuda a expresar lo que los personajes no dicen con palabras. La paleta de color es cálida y acompaña con sutileza el tono de cada escena. El ritmo visual está muy bien medido, alternando secuencias dinámicas con otras más íntimas y silenciosas. La imagen no se limita a ilustrar: narra, sugiere y completa el sentido del relato. Por momentos, el dibujo y la atmósfera pueden recordar a ciertas películas de animación japonesa, como las de Studio Ghibli, por su forma de captar lo cotidiano con ternura, humor y emoción contenida.

Un libro para volver y volver

Una de las novelas gráficas más bonitas que hemos leído en casa, y a la que volvemos una y otra vez. Con una historia sencilla y profundamente humana, abre la posibilidad de mirar y escuchar con más atención lo que sienten las niñas y los niños cuando el mundo se desordena a su alrededor. Habla del dolor, sí, pero también de aquello que lo sostiene: los vínculos imperfectos, la ternura que surge cuando se deja espacio al otro, y ese humor que, a veces, es la única forma de seguir adelante. Es un libro que ofrece algo distinto en cada lectura, accesible a distintas edades y capaz de conmover tanto a lectores jóvenes como a las personas adultas que los acompañan.

 

Ficha técnica

Título: Momo
Autores: Jonathan Garnier
Ilustraciones: Rony Hotin
Editorial: Norma Editorial
Año de publicación: 2020
Encuadernación: Tapa dura
Formato: 22 x 29,3 cm
Páginas: 180 (color)
ISBN: 978-84-679-3961-3
Edad recomendada: A partir de 8 años
Temas: Pérdida, duelo, ternura, vínculos, emociones, infancia, acompañamiento

 

Comprar libro